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5.6.12

Cape Town I

Al dia siguiente de terminar el safari volamos a Cape Town. Ya desde el taxi que nos llevó del aeropuerto al hostel se veía una ciudad de aspecto mucho más welcoming que Joburg: más chica, más diáfana, edificios más bajos, más verde, con mar. Una impresión del todo subjetiva, hago la salvedad, ya que de Joburg poco y nada pude ver.
El hostel donde estuvimos, divino. Camas robustas, de tronco, cuchetas en L ideales para quien viaja de a 2, por el lugar extra que da para guardar -o desparramar- pertenencias; cocina amplia y super equipada para cocinarse si uno quiere; salón con sofás, tele, compu, mesa larga, dvds, revistas, libros; un patio hermoso (que por ser invierno no tuvimos ocasión de usar) con jazmines del Paraguay, un árbol de palta, un jacarandá, un banano, y muchas otras plantas en macetas, sobre todo crasas y aloes (es inacabable la variedad de aloes que hay en África). Todo nuevo, lindo, de buen gusto, limpísimo.
Una vez instalados y almorzados dedicamos la tarde a caminar por la ciudad.  El centro histórico me encantó: junto a las construcciones más antiguas, de estilo holandés, se erigen un montón de edificios art decó. En la calle principal, Long St., hay negocios de ropa alternativos, vintage, tiendas de deportes playeros, de música, librerías de viejo, pubs, hostels, anticuarios. Al final de la calle está la zona de megahoteles, el CTICC (Cape Town International Convention Centre) y el acceso al Victoria & Alfred Waterfront, la versión local de Puerto Madero. En los antiguos muelles, dársenas y bodegas se alinean shoppings, restaurantes, amarraderos de yates, hoteles de lujo. Dimos vueltas y cenamos en una de las terracitas, en un restaurant griego, liviano porque habíamos almorzado tarde. Tomamos un taxi de vuelta al hostel. Después nos enteraríamos, y comprobaríamos, que acá también se usa el piripipí.
Al día siguiente amaneció nublado, choto, frío. Queríamos ir a Robben Island (donde estuvo preso Mandela, hoy museo) pero al llegar al Waterfront ya se había largado a llover y nos informaron que estaba suspendido el ferry. Sin posibilidad de hacer otros paseos al aire libre, decidimos comprar un boleto para el bus turístico -el clásico rojo de dos pisos que anda por toda ciudad turística que se precie- y aprovechar el recorrido por todas las atracciones locales, en una ciudad donde el transporte público no abunda. Empezamos por visitar el acuario "Two Oceans". Ya sabrán mis Hordas de Fans que estos lugares me provocan sentimientos muy encontrados, mi corazón tironeado entre mi amor por los animales y el sufrimiento de verlos encerrados, pero el acuario estaba al toque, bajo techo, y teníamos 10 Rand (1 Euro) de descuento en la entrada con el boleto del bus. Los tanques mostraban ecosistemas del Atlántico y del Índico. Me gustó un tanque con peces varios donde indicaba el estatus de las dictintas especies con respecto a la pesca: cuáles se pueden comer con tranquilidad y cuáles se encuentran en estado vulnerable o amenazadas y, por lo tanto, no deberían aparecer en el comercio ni en los restaurantes. Parece que seguiré mucho tiempo sin probar abalones. Como era 29, almorzamos ñoquis en un restaurant italiano del Waterfront, con sendos billetes de 20 Rands bajo el plato.
De allí fuimos con el bus hasta el centro, caminamos por la arbolada Government Avenue, en realidad un paseo peatonal bordeando los Company Gardens y lleno de ardillas -europeas- que comieron chocolate de mi mano. Y no cualquiera, ¿eh? Lindt 70% que me había venido con el espresso de media mañana en el Waterfront y me había guardado para después.
Visitamos a continuación el Museo Nacional de Arte. Había una exposición de dibujos de una tal Barbara Tyrrell, ilustradora y diseñadora de modas que allá por los años 30 se largó a recorrer Sudáfrica en una primitiva combi retratando los varios atuendos de las distintas etnias, y siguió en esa labor hasta que le dio el cuero. La expo celebra el 100º cumpleaños de la artista. En un ala contigua había una retrospectiva de un Peter Clarke, pintor y poeta nacido en 1929. Me gustaron más sus primeros trabajos, sin embargo los más nuevos distaban mucho de ser ladris. En la sala central había una serie de pinturas y esculturas contemporáneas, algunas mejores y algunas no tanto pero todas calificaban de arte. La última ala, sin embargo, no escapó a la incongruencia y albergaba una olvidable videoinstalación.
Volvimos a tomar el bus y nos bajamos en el Castillo de Buena Esperanza. En realidad es una ciudadela, el edificio más antiguo de Sudáfrica, construido en 1666 por la Compañía Holandesa de las Indias Orientales. No entramos -ya estaba cerrado y además es museo militar, not our cup of tea- pero lo admiramos de afuera y nos volvimos al hostel caminando.

2 comentarios:

  1. Qué herejía, un Lindt 70% a una ardilla!
    Por lo que contás, bien aprovecharon ese día lluvioso y feo en Cape Town.
    Mi interesó lo de esta Barbara Tyrrell. Estuve leyendo y fue un personajón. Y parece que todavía vive, nacida en 1912.

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  2. Sí, sí, por eso puse cumpleaños y no natalicio. Vivita y coleando.

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